Nacido el 23 de noviembre de 1957 en la pequeña localidad de
Darwin, Río Negro, no le bastaron más que seis años para que el amor y el
cariño de sus vecinos le quedaran registrados a flor de piel. “En el pueblo éramos nada más
que trescientos habitantes y los vecinos nos enseñaron a ser solidarios y a ser bondadosos”, recuerda Miguel
para No Llegaron.
Es que para 1963, debido a que sus hermanos
comenzaban el secundario y en el pueblo no había, su familia ya se había
radicado en Bahía Blanca. “Para mí fue
muy duro el cambio, me costó mucho adaptarme a la ciudad”, nos cuenta el ex
arquero.
Por aquellos tiempos, el básquet era furor en
la ciudad y “Melele” comenzó a
practicarlo junto a sus hermanos en el Club Argentino. “El deporte era todo para mí, ya que de muy chico mis padres y hermanos
me enseñaron a practicarlo. Pero para mí el fútbol era más, no me perdía ningún
partido; los domingos veía a Olimpo siempre”.
En 1971 se fue a probar al club, lo
aceptaron y allí conoció a uno de los mejores amigos que le dio la pelota;
Darío Bonjour, compañero suyo en inferiores y después en Primera. Es que tres
años más tarde de su llegada al club, con apenas 17 años, Rodolfo Carapela lo
llevó a entrenarse con el plantel superior y la reserva. “Recuerdo que en ese plantel estaban Recio, Zapata, Barrado, Maldonado…
qué nombres por dios”.
El ansiado debut le llegó esa misma
temporada suplantando al “Oso” Azcoytia,
ante Rosario en una victoria por 1 a 0 del aurinegro. Al día de hoy, aún mantiene
latentes las palabras que, en un abrazo, Alfredo Maldonado le expresó ese día. “Me dijo que para jugar al fútbol hay que
tener tres cosas; convicción, pasión y mucho corazón y que a mí me sobraban
esas cosas”.
El día del gol de arco a arco ante Pacífico. |
Es que para aquel momento, más de uno sabía que el techo de Rivera aún no había llegado y que el progreso de su carrera, lamentablemente, estaba lejos de Bahía. “Esa noche, en la cena de campeones, Juan Bazerque y Maldonado me hablaron para que yo me vaya a jugar a Buenos Aires. Esas dos personas fueron muy importantes para mí, pues tenían mucha experiencia.”.
18 de Marzo de 1978; día del debut en el arco de Arsenal. |
Independiente y Boca Juniors estaban
interesados en él y por eso, en noviembre, viajó a probarse en el club de
Avellaneda. “Me fue bárbaro y Pastoriza
me dio el OK. En la práctica estaba Grondona y me contrata para Arsenal, pues
el DT era Iturrieta que ya me conocía de Bahía Blanca”.
Así fue que en enero del ’78, Olimpo lo
transfiere al conjunto de Sarandí; un club humilde y en plena formación, donde
se encontró con otra realidad. “En los
años que yo jugué, para mí era grandioso Olimpo pero cuando me fui a Buenos
Aires, me di cuenta lo atrasado que estaba el futbol en Bahía Blanca”,
asegura.
Partido por el Torneo Regional ante Sierra Chica de Olavarría. |
Pero ese viaje sería vital y le cambiaría
la vida para siempre ya que a los tres meses de su llegada, conoció a Gabriela
Bansi, hija del gerente de su nuevo club, y se enamoraron. “Hoy seguimos más enamorados que antes y
formamos una hermosa familia. Además, vivo en el mismo lugar desde que llegué a
Sarandí”.
En el ‘Arse’
jugó dos temporadas y en 1980, por pedido de Iturrieta, para ese entonces
entrenador de Gimnasia de La Plata, se fue al “Lobo” que venía de descender y buscaba volver rápidamente a la A,
pero no fue buena la campaña. “En
el último partido, prácticamente en la despedida, me rompo los ligamentos
cruzados y tuve dos operaciones muy grandes que me obligaron a parar durante un
año”, nos menciona sobre aquel duro momento que le tocó atravesar.
Luego recaló en Chacarita donde obtuvo dos
ascensos: a Primera B en 1981 y en 1983 a la A. Entre medio de esos logros, se
dio el lujo de volver a Olimpo, que lo llevó de refuerzo por dos meses para
jugar el Torneo Regional ganado por Loma Negra. “En ese momento jugaban el “Gallego” Palacio, el “Ruso” Schmidt, De la
Canal, Cheiles... era un equipazo”, nos comenta sobre aquel Olimpo que arrasó
con todos y quedó a un paso de clasificarse a la segunda instancia, apenas
superado por aquél subvencionado conjunto de Olavarría.
Jorge Ledo, Darío Bonjour, Omar De Felippe y Miguel en Buenos Aires. |
En 1984 tenía que volver al conjunto de
Sarandí pero, como no tenía lugar, firmó con el Deportivo Español, club con el
cual también consiguió subir a la máxima categoría. En 1985 jugó medio
año en El Porvenir y sus buenas actuaciones despertaron el
interés de un grande, San Lorenzo, donde estuvo en la campaña 1986/87
compartiendo vestuario con el paraguayo José Félix Chilavert y Walter Perazzo,
hoy DT de Olimpo, entre otros.
Pero aquella lesión en su rodilla ya
comenzaba a hacer mella en su rendimiento y se hacía sentir. Por eso, en 1988
se sumó a Atlanta donde finalizó su carrera.
Sin embargo, los colores tiran y es por eso
que, si bien los botines ya estaban colgados, siguió ligado al aurinegro desde
otro lugar. Cuando Jorge Ledo asumió la presidencia en 1995 le propuso que le diera una mano desde Buenos Aires y aceptó. “Yo era el representante en AFA en las reuniones
de la divisional. También preparaba los horarios de partidos, coordinaba los
viajes afuera, mandaba las entradas a Bahía... en fin, todo lo que necesitaba
el club. Empezamos a trabajar para subir a la A”, recuerda Miguel y agrega
sobre aquellos tiempos: “Con Ledo cambió
todo en Olimpo, él fue muy importante allá y yo con mis contactos acá en Buenos
Aires; no te olvides que soy amigo de la familia Grondona… así empezamos a
cambiar al club”.
El gran
hombre detrás del jugador
Miguel siempre tuvo un trabajo paralelo al
fútbol; su pasión y profesión fue y es la peluquería. “En las concentraciones podes imaginar cómo laburaba cortando pelo a
distintos jugadores y DT. Antiguamente no había tantos hoteles como hoy y a
veces concentrábamos tres o cuatro equipos juntos”.
Pero aquella mayor pasión, la que creo lo
identifica como un ser humano de bien, no viene de las tijeras ni de sus días
corriendo detrás de una redonda. Porque esos años vividos en ese pequeño rincón
del mundo donde nació y dio sus primeros pasos, lo marcaron de por vida.
Viendo un video de su pueblo y al notar que estaba mal,
decidió con sus hermanos y su madre volver y hacer obras de beneficencia. “Hago una campaña solidaria muy linda en mi
peluquería, donde la gente me consigue un montón de cosas y yo, con todo lo que
puedo, voy ayudando. Me siento muy
bien y feliz de hacerlo”.
“Mi padre falleció en el ’76
pero mi madre me acompaña siempre junto a mis hermanos Pedro y Daniel, mis
ídolos de toda la vida”
a Darwin es, para
él, devolver un poco de todo eso que le dieron e inculcaron de pequeño; el sueño
que una vez tuvieron sus padres y hoy con mucha felicidad puede alcanzar.
Actualmente, en Darwin hay 1200 habitantes y una escuela con
más de trescientos chicos a la que la familia Rivera ayuda permanentemente. “Cada dos o tres meses viajo y colaboro en lo
que puedo con el pueblo. Gracias a Dios, pudimos colocarles la sala de
computación y conseguimos la radio comunitaria. Estamos tratando de hacer un
Polideportivo para que los chicos estén bien resguardados a la lluvia y el
viento cuando hacen deportes, porque es una zona muy tormentosa”.
Miguel junto a los chicos de la escuela Nº 34, en Darwin. |
Durante el año, los porteros de los edificios de la cuadra
le juntan diarios y revistas que luego vende y con ese dinero, compra útiles
escolares que los alumnos necesitan. “Son
200 en la Primaria, 70 en Jardín de Infantes y 80 en el Secundario. Para mí es
un placer ayudarlos, creo que no me va a alcanzar el tiempo para devolver todo
lo que me dieron en Darwin”. También, recibe ropa usada, alimentos no
perecederos y demás cosas que luego lleva y entrega a los que más lo requieren.
Jorge Lanata se enteró de lo que estaban haciendo y mandó
una cámara al pueblo el día que la escuela cumplía los 100 años y se realizaba
una fiesta muy grande. Luego, llevó a Miguel a su programa DDT y le dio la sorpresade mostrarle todo lo que su familia realiza desinteresadamente. “Me siento muy bien y muy feliz de que
nuestra familia haga todo esto. Uno no encuentra palabras de agradecimiento por
todo lo que me dio el pueblo a mi cuando fui chico. A pesar de que viví seis
años, la amistad y el cariño quedaron muy latente y cuando puedo volver lo hago
porque me siento muy bien”.
Partida de la bicicleteada benéfica que unió Bahía y Darwin. |
En octubre de 2013, a los 55 años de edad, junto al “Colo” Osvaldo Chisu -su amigo de toda la
vida- se propusieron realizar una cruzada; viajar 320 kilómetros, desde Bahía
Blanca hasta Darwin en bicicleta, otra de sus grandes pasiones. La idea no fue
otra que conseguir más donaciones (pintura, alimentos no perecederos,
golosinas, etc) pero sobre todo, dejar un mensaje a toda la comunidad,
principalmente a la juventud: que se pueden realizar cosas importantes y que
puedan ver que el deporte no pasó de moda ni tiene edad, y que nos une. “Llegar fue impresionante para
nosotros. Nos emocionamos mucho y la gente nos saludaba. No hay forma de describir
lo que uno siente en ese momento. Ver a un niño feliz es lo más lindo que puede
pasarte”.
Sin dudas, no sólo un crack del fútbol sino un fuera de
serie de la vida. Aquellos con más años lo recordarán y otros más jóvenes lo
descubrirán, pero sin dudas todos coincidirán en sentirse orgullosos que sea
parte del pueblo aurinegro.
2 comentarios:
Qué bueno saber que una persona así fue, es y será siempre parte de la flia aurinegra. Abrazo grande Melele!!!
14 de mayo de 2014, 17:42Gracias melele!!! Estuve el día del gol. Gracias viejo x vos vivi esa época gloriosa. Esos si que sentían la camiseta.
29 de mayo de 2016, 10:36Publicar un comentario