martes, 13 de mayo de 2014

Seguramente, muchos jóvenes no sepan de quien se trata pero, sin dudas, los bahienses que peinan canas lo recuerdan con cariño. De esas épocas del “Negro” Cheiles, Alfredo Maldonado, Darío Bonjour y Luis Díaz, entre otros. De aquellos años que pocos soñaban con un Olimpo en la elite del fútbol Argentino… de esos tiempos de Regionales y Liga del Sur.

Nacido el 23 de noviembre de 1957 en la pequeña localidad de Darwin, Río Negro, no le bastaron más que seis años para que el amor y el cariño de sus vecinos le quedaran registrados a flor de piel. “En el pueblo éramos nada más que trescientos habitantes y los vecinos nos enseñaron a ser solidarios y a ser bondadosos”, recuerda Miguel para No Llegaron.

Es que para 1963, debido a que sus hermanos comenzaban el secundario y en el pueblo no había, su familia ya se había radicado en Bahía Blanca. “Para mí fue muy duro el cambio, me costó mucho adaptarme a la ciudad”, nos cuenta el ex arquero.

Por aquellos tiempos, el básquet era furor en la ciudad y “Melele” comenzó a practicarlo junto a sus hermanos en el Club Argentino. “El deporte era todo para mí, ya que de muy chico mis padres y hermanos me enseñaron a practicarlo. Pero para mí el fútbol era más, no me perdía ningún partido; los domingos veía a Olimpo siempre”. 

En 1971 se fue a probar al club, lo aceptaron y allí conoció a uno de los mejores amigos que le dio la pelota; Darío Bonjour, compañero suyo en inferiores y después en Primera. Es que tres años más tarde de su llegada al club, con apenas 17 años, Rodolfo Carapela lo llevó a entrenarse con el plantel superior y la reserva. “Recuerdo que en ese plantel estaban Recio, Zapata, Barrado, Maldonado… qué nombres por dios”. 

El ansiado debut le llegó esa misma temporada suplantando al “Oso” Azcoytia, ante Rosario en una victoria por 1 a 0 del aurinegro. Al día de hoy, aún mantiene latentes las palabras que, en un abrazo, Alfredo Maldonado le expresó ese día. “Me dijo que para jugar al fútbol hay que tener tres cosas; convicción, pasión y mucho corazón y que a mí me sobraban esas cosas”.

El día del gol de arco a arco
ante Pacífico.
Los siguientes años fueron muy buenos para él, pero lo mejor le llegó en 1977: tuvo el record de 565 minutos sin que le hicieran goles y el 2 de octubre, en la segunda final de la Liga del Sur, le convirtió un gol de arco a arco a Luis Valpardo, de Pacífico. "A los 14 minutos agarré la pelota, lo miré a Yaconis que me hizo una seña y le pegué fuerte pero no tomó mucha altura; picó en el punto penal y gol... tuve mucha suerte. Ganamos el campeonato y fue mi último partido en Olimpo"

Es que para aquel momento, más de uno sabía que el techo de Rivera aún no había llegado y que el progreso de su carrera, lamentablemente, estaba lejos de Bahía. “Esa noche, en la cena de campeones, Juan Bazerque y Maldonado me hablaron para que yo me vaya a jugar a Buenos Aires. Esas dos personas fueron muy importantes para mí, pues tenían mucha experiencia.”. 

18 de Marzo de 1978; día
del debut en el arco de Arsenal.
Otro hecho que lo marcó en ese año, fue conocer a Roberto Iturrieta, quien se hizo cargo del plantel ante la sorpresiva renuncia de Alfredo Cortés, previo al Torneo Regional en el cual Olimpo quedaría eliminado por penales ante Ramón Santamarina de Tandil.

Independiente y Boca Juniors estaban interesados en él y por eso, en noviembre, viajó a probarse en el club de Avellaneda. “Me fue bárbaro y Pastoriza me dio el OK. En la práctica estaba Grondona y me contrata para Arsenal, pues el DT era Iturrieta que ya me conocía de Bahía Blanca”. 

Así fue que en enero del ’78, Olimpo lo transfiere al conjunto de Sarandí; un club humilde y en plena formación, donde se encontró con otra realidad. “En los años que yo jugué, para mí era grandioso Olimpo pero cuando me fui a Buenos Aires, me di cuenta lo atrasado que estaba el futbol en Bahía Blanca”, asegura.

Partido por el Torneo Regional ante
Sierra Chica de Olavarría.
Pero ese viaje sería vital y le cambiaría la vida para siempre ya que a los tres meses de su llegada, conoció a Gabriela Bansi, hija del gerente de su nuevo club, y se enamoraron. “Hoy seguimos más enamorados que antes y formamos una hermosa familia. Además, vivo en el mismo lugar desde que llegué a Sarandí”.

En el ‘Arse’ jugó dos temporadas y en 1980, por pedido de Iturrieta, para ese entonces entrenador de Gimnasia de La Plata, se fue al “Lobo” que venía de descender y buscaba volver rápidamente a la A, pero no fue buena la campaña. En el último partido, prácticamente en la despedida, me rompo los ligamentos cruzados y tuve dos operaciones muy grandes que me obligaron a parar durante un año”, nos menciona sobre aquel duro momento que le tocó atravesar. 

Luego recaló en Chacarita donde obtuvo dos ascensos: a Primera B en 1981 y en 1983 a la A. Entre medio de esos logros, se dio el lujo de volver a Olimpo, que lo llevó de refuerzo por dos meses para jugar el Torneo Regional ganado por Loma Negra. “En ese momento jugaban el “Gallego” Palacio, el “Ruso” Schmidt, De la Canal, Cheiles... era un equipazo”, nos comenta sobre aquel Olimpo que arrasó con todos y quedó a un paso de clasificarse a la segunda instancia, apenas superado por aquél subvencionado conjunto de Olavarría.

Jorge Ledo, Darío Bonjour, Omar
De Felippe y Miguel en Buenos Aires.
En 1984 tenía que volver al conjunto de Sarandí pero, como no tenía lugar, firmó con el Deportivo Español, club con el cual también consiguió subir a la máxima categoría. En 1985 jugó medio año en El Porvenir y sus buenas actuaciones despertaron el interés de un grande, San Lorenzo, donde estuvo en la campaña 1986/87 compartiendo vestuario con el paraguayo José Félix Chilavert y Walter Perazzo, hoy DT de Olimpo, entre otros. 

Pero aquella lesión en su rodilla ya comenzaba a hacer mella en su rendimiento y se hacía sentir. Por eso, en 1988 se sumó a Atlanta donde finalizó su carrera.

Sin embargo, los colores tiran y es por eso que, si bien los botines ya estaban colgados, siguió ligado al aurinegro desde otro lugar. Cuando Jorge Ledo asumió la presidencia en 1995 le propuso que le diera una mano desde Buenos Aires y aceptó. “Yo era el representante en AFA en las reuniones de la divisional. También preparaba los horarios de partidos, coordinaba los viajes afuera, mandaba las entradas a Bahía... en fin, todo lo que necesitaba el club. Empezamos a trabajar para subir a la A”, recuerda Miguel y agrega sobre aquellos tiempos: “Con Ledo cambió todo en Olimpo, él fue muy importante allá y yo con mis contactos acá en Buenos Aires; no te olvides que soy amigo de la familia Grondona… así empezamos a cambiar al club”. 

El gran hombre detrás del jugador


Miguel siempre tuvo un trabajo paralelo al fútbol; su pasión y profesión fue y es la peluquería. “En las concentraciones podes imaginar cómo laburaba cortando pelo a distintos jugadores y DT. Antiguamente no había tantos hoteles como hoy y a veces concentrábamos tres o cuatro equipos juntos”.

Pero aquella mayor pasión, la que creo lo identifica como un ser humano de bien, no viene de las tijeras ni de sus días corriendo detrás de una redonda. Porque esos años vividos en ese pequeño rincón del mundo donde nació y dio sus primeros pasos, lo marcaron de por vida. Mis vecinos me enseñaron la solidaridad, la amistad, el respeto y sobre todo, me dieron cariño y amor. Tuve muchos sueños que se me cumplieron y actualmente solo deseo volver a ver a Darwin unido y respetándose todos”.

Viendo un video de su pueblo y al notar que estaba mal, decidió con sus hermanos y su madre volver y hacer obras de beneficencia. “Hago una campaña solidaria muy linda en mi peluquería, donde la gente me consigue un montón de cosas y yo, con todo lo que puedo, voy ayudando. Me siento muy bien y feliz de hacerlo”. 

Es que así es “Melele” para quienes no lo conocen. Ayudar a Darwin es, para él, devolver un poco de todo eso que le dieron e inculcaron de pequeño; el sueño que una vez tuvieron sus padres y hoy con mucha felicidad puede alcanzar. Mi padre falleció en el ’76 pero mi madre me acompaña siempre junto a mis hermanos Pedro y Daniel, mis ídolos de toda la vida

Actualmente, en Darwin hay 1200 habitantes y una escuela con más de trescientos chicos a la que la familia Rivera ayuda permanentemente. “Cada dos o tres meses viajo y colaboro en lo que puedo con el pueblo. Gracias a Dios, pudimos colocarles la sala de computación y conseguimos la radio comunitaria. Estamos tratando de hacer un Polideportivo para que los chicos estén bien resguardados a la lluvia y el viento cuando hacen deportes, porque es una zona muy tormentosa”.

Miguel junto a los chicos de la escuela
Nº 34, en Darwin.
Durante el año, los porteros de los edificios de la cuadra le juntan diarios y revistas que luego vende y con ese dinero, compra útiles escolares que los alumnos necesitan. “Son 200 en la Primaria, 70 en Jardín de Infantes y 80 en el Secundario. Para mí es un placer ayudarlos, creo que no me va a alcanzar el tiempo para devolver todo lo que me dieron en Darwin”. También, recibe ropa usada, alimentos no perecederos y demás cosas que luego lleva y entrega a los que más lo requieren.

Jorge Lanata se enteró de lo que estaban haciendo y mandó una cámara al pueblo el día que la escuela cumplía los 100 años y se realizaba una fiesta muy grande. Luego, llevó a Miguel a su programa DDT y le dio la sorpresade mostrarle todo lo que su familia realiza desinteresadamente. “Me siento muy bien y muy feliz de que nuestra familia haga todo esto. Uno no encuentra palabras de agradecimiento por todo lo que me dio el pueblo a mi cuando fui chico. A pesar de que viví seis años, la amistad y el cariño quedaron muy latente y cuando puedo volver lo hago porque me siento muy bien”.

Partida de la bicicleteada benéfica
que unió Bahía y Darwin.
En octubre de 2013, a los 55 años de edad, junto al “Colo” Osvaldo Chisu -su amigo de toda la vida- se propusieron realizar una cruzada; viajar 320 kilómetros, desde Bahía Blanca hasta Darwin en bicicleta, otra de sus grandes pasiones. La idea no fue otra que conseguir más donaciones (pintura, alimentos no perecederos, golosinas, etc) pero sobre todo, dejar un mensaje a toda la comunidad, principalmente a la juventud: que se pueden realizar cosas importantes y que puedan ver que el deporte no pasó de moda ni tiene edad, y que nos une. “Llegar fue impresionante para nosotros. Nos emocionamos mucho y la gente nos saludaba. No hay forma de describir lo que uno siente en ese momento. Ver a un niño feliz es lo más lindo que puede pasarte”. 

Sin dudas, no sólo un crack del fútbol sino un fuera de serie de la vida. Aquellos con más años lo recordarán y otros más jóvenes lo descubrirán, pero sin dudas todos coincidirán en sentirse orgullosos que sea parte del pueblo aurinegro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bueno saber que una persona así fue, es y será siempre parte de la flia aurinegra. Abrazo grande Melele!!!

14 de mayo de 2014, 17:42
Anónimo dijo...

Gracias melele!!! Estuve el día del gol. Gracias viejo x vos vivi esa época gloriosa. Esos si que sentían la camiseta.

29 de mayo de 2016, 10:36

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